lunes, 24 de mayo de 2010

Escrito

La bestia mordió de nuevo, haciendo desaparecer un trozo de reloj, dirigiendo esa parte del filtro de la realidad, como ese elixir que algunos seres de la oscuridad necesitan para vivir una inmortalidad sedosa y resbaladiza como las algas que se pegan a la piel tapando los poros por los que el ser humano respira, se oxigena; se llena de ese veneno y esa tormenta de impresiones nunca engañosas, donde cada uno ve un color distinto en un mismo objeto, donde cualquier imagen puede hacer saltar la cordura descubriendo un vasto imperio de baldías tierras preñadas de verdades que caen cuando están maduras para convertirse en mentiras que engullen la esencia desde dentro dejando sólo retazos de un ser cada vez más contemplativo, ausente y sido.

Después de sentir la garra desgarrando, sajando y tirando, sólo puede el deseo de entregarse a la inconsciencia, pero el cuerpo siempre es doliente y ata a ese ser que se despierta de nuevo en esa alcoba vacía por estar tan llena de cosas sin orden; con cristales sucios que siempre parecen empañados aunque se limpien constantemente.

1 comentario:

pseudosocióloga dijo...

Pues habrá que darte premios para que nos cuentes algo de tí, porque solo leyéndote yo ni te intuyo.